Se acabó. Este juego dura
demasiado. Tenía que zanjar esto de una vez.
Me acosté en mi cama,
lista para una noche de sueño. O eso esperaba. Me tapé con la manta, y cerré
los ojos. Me concentré con todas mis fuerzas en Leo. Su sonrisa, su suave voz,
sus manos rasgando las cuerdas de su querida guitarra. Sus preciosos ojos color
entre gris y marrón claro, iluminados por las luces de noche de París. En la
Casa del Crepúsculo, esas palabras dulces susurradas a mi oído. Sus besos como
suspiros de brisa en verano. Leo. Mi Leo.
Poco a poco, el sueño me
fue invadiendo. Me rendí a él, sin dejar de pensar en Leo.
Abrí los ojos.
Vale. Esto es patético.
Estaba en el lavabo del
instituto. Con sus puertas con pintura blanca, o eso se suponía, desgastada y
con un montón de ralladas con permanente. “LUIS, TEH AMOOOOH” “P*****, NO NOS
DAN MIEDO”, “SOMOS LOS P**** AMOS” y cosas así. En una pared, había un espejo
enorme, donde alguien había puesto en una esquina un corazón negro. Me miré al
espejo. No había nada anormal. ¿Cómo iba a ver a Leo?
De repente, la puerta se
abrió con un golpe, y apareció una figura vestida con una túnica negra con
capucha que no le permitía ver bien su rostro. Caminó hacia mí sin hacer ningún
ruido, como un fantasma.
Pero esa forma de caminar
la habría reconocido en cualquier parte. Pero algo, mi instinto, me susurraba
que no fuera corriendo hacia él y me tirase a sus brazos.
Algo maligno flotaba en
el ambiente.
Leo paró de caminar, y se
quitó la capucha, mostrando su rostro. Pero no parecía él. Su pelo castaño
lleno de vida se había convertido en un pelo oscuro, caído, muerto. Su rostro
era pálido y frío, y ninguna sonrisa le iluminaba. Y sus ojos eran negros.
Oscuros. Fríos. Sin ningún sentimiento. Tal vez odio. Tal vez no.
Me sonrió, pero su
sonrisa era fría e inhóspita. Ese no era el Leo que yo amaba.
-Hola, Ivy. Por fin
apareciste-dijo con una voz neutra, sin emoción.
Yo no respondí. Estaba
temblando. ¿Qué le habían hecho?
Por detrás apareció una
figura también encapuchada, alta, con un manto de oscuridad y odio a su
alrededor. Un miedo y un odio profundos se instalaron en mí. Conocía esa
sensación. Era una pesadilla.
Miré otra vez a Leo. Su
expresión no había cambiado. Sentí como si me hubiesen apuñalado en el corazón.
Leo no sentía ya nada por
mí, si es que había sentido algo. En estas semanas en que yo había estado
sufriendo, él no se había acordado de mí. No había sufrido como yo. Se había
dedicado a transformarse en una pesadilla.
Me derrumbé en el suelo.
Mi mundo había muerto. Ya no tenía razón con la cual vivir. Ya no tenía metas
en la vida. Sólo sueños rotos. Sueños que alguien me había prohibido, que me
habían negado.
Vi por el rabillo del ojo
cómo unas figuras negras, intuí que pesadillas, se abalanzaban hacia mí.
Pero ya no me importaba.
Ya vivía mi peor pesadilla.
De acuerdo. Renunciaba,
para siempre, al amor. Nunca más sufriría por esa estatua que una vez había amado, y que no hacía nada viendo cómo me atrapaban, me arañaban y me llevaban a Dios sabía dónde. No podía
apartar los ojos de los suyos. Entonces, vi en sus ojos negros sin fondo, un
destello de emoción. Un destello de color claro, no sé si marrón o gris, que
llevaba la sonrisa de mi Leo. Todavía había esperanza. El verdadero Leo no
había muerto del todo. Me aferré a ello. Lucharía por ello. Lucharía por sacar
a Leo fuera de esa estatua en la que se había convertido.
Me levanté, y tiré a
todas las pesadillas que se aferraban a mí como vulgares bichos molestos. Le di
una patada a cada uno, y cuando vi que estaban todos muertos o inconscientes,
me dirigí a Leo. Le di un puñetazo en pleno estómago sin darle tiempo a
reaccionar. Se dobló en dos, y luego le di otro puñetazo. Interiormente le pedí perdón. Se desmayó, y me lo
cargué a la espalda. Miré a la pesadilla encapuchada, que parecía ser el jefe y que estaba sacando una espada o algo parecido.
Me acerqué a él, y cuando le iba a dar una patada en el tórax, una fuerza hizo
que me quedase quieta. Me impedía moverme. Eso me llenó de rabia, y con mucho
esfuerzo, conseguí darle esa patada que tanto se merecía.
Salió propulsado por el
impacto, rompió la puerta que tenía detrás y se dio contra la pared, de
espaldas.
Aproveché para marcharme de ese lugar, con mi última esperanza desmayada y cargada a mi espalda.
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Holaaa!! Síiii, ésto era el capi 16 de Sueños prohibidos. No os emocionéis xD Era que lo vi hace tiempo en el word y que no lo subí nunca, y como que haré una versión mejorada y nueva, pensé: "Qué más da" y lo subí. No está entero, pero algo es algo ;) Espero que os guste ^-^ dentro de un tiempo y cuando pueda lo borraré.
Adiooos!
2 comentarios:
Dios, sin palabras Val *-*
Ya hechaba de menos los capítulos de Ivy y Leo, pero este, me ha dejado con la boca abierta Ö.
Me gustaba muchísimo esta historia, y estoy segura, que la versión mejorada, también :)
Un besazo paltanita :)
ME A ENCANTADOOO!!! exaba de menos a Ivy y a Leo ;3 una preguntita, k creo k ya te la ice cuando borraste todos: XK COJONES LOS TIENES K BORRAR!! no le veo el sentido x ninguna parte, en serio x) Joer, ske tia, xk los borraas?!?!? me enfado cntigo, otra vez! ;P bueno, enfados aparte. besitosss!! ;3
PD: soy aNgeLiiTtaaH, de Sueños Enjaulados ;)
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