Te conocí en el silencio

Estás tan distante... Tanto, que cualquiera pensaría que vienes de otro planeta. Siempre estás en tus pensamientos, siempre callado y en silencio. Todavía no sé cómo pudiste hacer tantos amigos, sin decir casi nada. Parece que fueras invisible, ya que casi nadie te conoce de verdad, sólo vas en un grupito de gente, y sólo te dedicas a escuchar. La única vez que esuché tu voz, fue para oír tu nombre, Josh. Tus ojos azules, inexpresivos, lo observaban todo con interés, y tu pelo rubio tenía una combinación rara entre lo peinado y lo revuelto.
La primera vez que te vi, mi corazón dio un vuelco, como si se hubiera tropezado, y luego volvió a latir con más fuerza. Tú, me miraste a los ojos, y en los tuyos había un brillo. No supe cómo reaccionar, me había quedado de piedra.
-¡¡Jenny!! ¡Muévete!-oí que me decían detrás de mi. Esta vez si que pude reaccionar y caminé hasta mi sitio. Tú giraste la cabeza para escuchar la conversación de otros chicos.

-Bueno, ¿qué tal?-me preguntó Lara, mi gran amiga.
-Emm... bien... ¿oye, ése es nuevo, no? ¿Qué opinas?- le respondí, señalándote. Lara es experta en saber media vida de una persona sólo con mirarla.
-Sí. Bueno, sólo te diré que ni fu ni fa. No parece un idiota como algunos, ni un empollón. Parece que prefiere pasar desapercibido-me dijo.
Me senté en mi sitio, ya que había llegado el profesor. Sólo me acuerdo de haberte mirado, todo el tiempo. Para mi no eras invisible. Para nada.
En el patio vi que te sentabas en un banco, solo. Decidida, me acerqué a ti y te pregunté si te importaba que me sentara allí. En tu rostro vi un asomo de una sonrisa, pero se fue tan rápido que creí que me lo había imaginado. Negaste con la cabeza, así que me senté a tu lado.
-¿Cómo te llamas?- empezé.
-Josh-susurraste.
-Yo soy Jenny, encantada-dije sonriendo.
Tú no dijiste nada, así que me comí mi bocadillo. Al cabo de unos cinco minutos, te levantaste y te fuiste a otro lado. Yo me extrañé, pero te dejé ir.
Los días pasaron, y siempre era la misma rutina. Esuchaba algo en clase mientras te observaba, y en el patio me sentaba contigo y simplemente no decíamos nada, escuchábamos el silencio, hasta que alzaba la vista y veía que desaparecías. Y vi que, en ese silencio, nos fuimos conociendo, sin necesidad de palabras.
Pero un día, cuando llegué al patio y me dirigí a nuestro banco, tú no estabas. Extrañada, me senté donde siempre y comí sola. No apareciste en todo el día.
Llegada la tarde, me dirigí a mi casa, como cada día, y te vi en mi porche, sentado en las escaleras, mirando en el horizonte.
Me acerqué a ti, super extrañada, y me plante en frente de ti. Tú te levantaste todo lo alto que eras, y me miraste a los ojos, te inclinaste y me besaste.
Sólo puedo decir que fue mágico.