lunes, 23 de noviembre de 2015

Nota triste pero caducada

Después de sumergirme en un torrente de palabras capaz de ahogar mi propia personalidad y mente rotas, volvía a esa realidad, a sentir mi propia piel envolviéndome y reteniéndome en una vida capaz de hacer dormir al más insómnico de todos. Cuando sentía mi propio pelo en la cara, molestándome, la tristeza me golpeaba, sabiendo que vivía mi propia vida siendo una persona sin objetivos.
Me atraen los espacios cerrados y oscuros, suficientemente oscuros como para asustar al mismísimo diablo e incomodar a un ciego. Me permiten ajustar mi mente (después de un día de falsas intenciones y sonrisas de plástico) a lo que me rodeaba sin tener que fingir ni acordarme constantemente de mi verdadero aspecto, y pudiendo así exteriorizar a mi transparente yo.
Intentaba exprimir mi mente en busca de tiempos donde la vida y las ganas de cumplir metas corría por la sangre, dándome cuenta de que habían muerto años antes de ser capaz de ponerles un nombre. Sueños tímidos sin grandes esperanzas de cumplirse; algo tan sencillo como escribir un libro o volar en un dragón; sueños ahogados y barridos por por unas pocas palabras por aquéllos que sólo pretendían lo mejor para mí, matando la poca pasión que mi cuerpo podía soportar, Una humana insignificante e inútil, incapaz de hervir un huevo, mediocre hasta la médula, intentando no lanzarse por la primera ventana con suficiente altura que ve, rezando para que ese coche me atropelle al cruzar y acabe con esta existencia dudable de ser mencionada en los registros del Juicio Final.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Creo que pienso en ti cada día. Es injusto, pero te echo de menos. Jamás conocí a alguien que me llevase tanto la contraria; eras el Sherlock para mi Moriarty (ya sabes que me gustan más los malos). Eras más bajita que yo, más grosera (esto no duele. Viene de mí, es un cumplido.), más apasionada. Tu pasión era lo que te movía; tu cuerpo te impedía miles de placeres. Continuabas hacia delante.
No dejo de pensar en ti. ¿Qué historia escribiste y no quisiste mostrar? ¿Por qué Jack? Sé el porqué, pero prefiero oírlo de ti. Una vez más. Sólo una.
¿Qué haré yo ahora que no estás? Pensé en ti siempre, y me pregunté si me echabas de menos. Si me culpabas a mí como hago yo ahora. Creo que fue mi culpa que te fueras. Siempre dicen que, cuando muere alguien, todos se sienten culpables. Lo típico; todos culpables. Todos apartan la mirada. No sé qué decirte de esto. Te fuiste de nuestro lado, te fuiste a otro colegio por mi culpa, porque ya no me soportabas más y querías huir de mi toxicidad. Me lo dijiste, ¿te acuerdas? Cuando nos gritamos tanto hasta llorar. Me indigné mucho. Además, me alegré que te fueras. Creí que así estaría mejor, pero ahora te has ido de verdad, y ya está. Me importa una mierda si hay vida después de la muerte. Qué más da eso ya, si ahora mismo no te puedo estampar una bofetada en la cara, sino te puedo decir que J.K.ROWLING ESTÁ ESCRIBIENDO UN LIBRO NUEVO DE HP, sin poder emocionarnos juntas y seguir nuestra eterna discusión. Supongo que lo leeré por ti y ya te contaré qué ocurre. Quizás te llevo un ejemplar. Recuérdamelo, que se me olvidan las cosas.
Nadie me lleva la contraria ahora. Me reconcilié (de momento, espero que dure) con mis padres. Nada cambió realmente, sólo mi percepción de ver las cosas. Me cambiaste. Es injusto y a la vez no lo es. Lo siento, perdóname. No me perdones. Es una culpa que arrastraré siempre. No té canté el dancing queen cuando cumpliste 17. No verás tu vídeo de los 18 de fotos en las que salgas mal. Miles de animales morirán porque no podrás estudiar veterinaria. No podré burlarme de tu foto meditando mal con, encima, Buddha delante.
Te escribo esto tarde. Piensa lo que quieras; no eres una simple entrada de un blog estúpido. Ésto es sólo un sueño, y por eso quizás te alcance; ahora sólo vives en ese mundo. 

domingo, 10 de mayo de 2015

Esos días azules
y ese sol de la infancia

Antonio Machado

Color invisible

Llegaste tú.
Eres la persona más cabezota que he conocido jamás. Tu pelo se metía en tus ojos, y siempre, de forma exasperada, te lo quitabas de en medio.
Tus pestañas. Dios, tus pestañas, que cuando les daba el sol se volvían de un color rojo que jamás me atrevería a pintar. Sencillamente hay colores que sólo existen en la mente de uno.
Me gustaba tu peca debajo de la mandíbula, la forma que tenía, que me recordaba los domingos por la mañana que me pasaba resiguiéndolo con el dedo. Me daba la impresión que siempre tenías pintura en tu rostro, tus manos, tu cuello y pies. Parecías un retrato vivo, tan vivo que dejaba de respirar al verte.
Veía alas en ti. Alas blancas, marrones, cálidas y solitarias, que se erguían cuando la brisa las tocaba. Nadie más las veía.
Sólo yo.
Llegaste tú y me lancé a volar. ¿Has visto los sueños de los saltamontes? Desde las nubes se pueden observar y sentir en la piel, cerrando los ojos.
Llegaste tú y empecé a pintar con todos los pinceles, con todos los dedos, todo a la vez, tu rostro, tus ojos y todo, todo, porque quería llenar el mundo de todo lo que fuera tú, quería que el mundo fueras tú, TÚ.
Después, rompí los pinceles. Los dibujos. Mi arte eras tú, y creo que siempre lo supiste. Sólo sueño contigo.
Me abandonaste tú. 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ellas eran tres

Ellas eran tres.
Azul, dorado y rojo.
Siempre aparecían sentadas en sillas,
y sus ojos me miraban fijamente.
Azules, dorados y rojos.
Ellas eran yo,
partes de mi ser.
Azul para el frío
para el vacío
para la ausencia de pasiones
y muerte en los oídos.
Dorado para el día,
para las sonrisas y la vida,
donde todo el cuerpo era esperanza.
Rojo para la ira,
para la rabia
y el demonio que susurraba
con su cara enterrada en mi cuello.
Ellas eran yo, tres
entidades que se turnaban y convivían
y se transformaban.
Sabiendo que sólo una viviría.
Y tengo en mis brazos, moribunda de nuevo
el dorado del fuego
cálido
mientras me preguntaba una y otra vez
si sería capaz
de volver
a
respirar

sábado, 26 de julio de 2014

Yo voy a seguir luchando.
Mientras quede un pequeño álito de vida,
Yo voy a seguir luchando.
Cuando el mundo caiga,
como piezas de un rompecabezas deformado,
Yo voy a seguir luchando.
Y la oscuridad se va derramando de mi mente,
en forma de crisálida temblorosa,
Yo voy a seguir luchando.
Exprimiré cada respiro,
cada parpadeo,
Y seguiré luchando.
Mi espada estará, una vez más, firme en mi mano,
para alejar lo que no quiero,
y así,
Seguiré luchando.
Porque, cuidado
oyentes
Afilé mi pluma otra vez
y mis palabras resucitadas vuelven poco a poco.
Aunque son fruto del olvido
y la desesperación de un canto frío
tienen brillo.

martes, 17 de junio de 2014

Sus alas se abrieron, poco a poco, acariciando el aire con su plumaje, y sus mejillas. Miró al cielo una vez más, y empuñó su espada con fuerza. Las notas sonaban en el aire con lentitud. Nunca la calma se respiró de esa forma en toda la historia.
Las alas llenaban el Universo, y cada pluma estaba compuesta por miles de estrellas. La máscara tapaba su rostro, si es que había alguno debajo. Cuernos sobresalían de su frente, retorciéndose hasta formar lunas.
La espada rasgó el aire, y sus ojos vieron el poder. Cada fibra de su ser estaba en sinfonía con la música esparcida, y su cuerpo se estremeció levemente. Las ramas de los árboles más cerca se mezclaron hasta envolverle, y él, ajeno a toda muerte, sonrió y vio su primer amanecer.

lunes, 16 de junio de 2014

El Abismo

Me gusta la forma en que el Abismo nos va cogiendo a todos. Es el Juicio definitivo; todos tenemos un demonio dentro. Eso, necesariamente, no significa que tengamos un ángel custodio que nos guarde, ya que si  no el Abismo no existiría. Quizás es sencillamente que sabemos luchar gracias a nuestra conciencia. Quizás es que somos más testarudos, o que nos acostumbramos a nuestros demonios. A lo mejor nosotros somos los demonios.
El Abismo ya existía desde que tengo uso de razón. Mira, nunca he sido demasiado sincera, ni tampoco humilde (ya que estamos) pero reconozco que a veces me he dejado llevar. El Abismo llama  y no perdona-es su gran característica- y cuando llegó al umbral de mi casa no dudé en dejarlo pasar. Mi luz había sido devorada, y me temo que ya no va a volver. 
Algunas leyendas dicen que en el origen, el Abismo no estaba. No me lo creo. Donde hay Creación, hay Destrucción, y gente que sigue ambos lados. 
La oscuridad es tentadora para aquéllos que aportan luz. ¿Por qué existe el Abismo si es tan fácil no caer? Y la curiosidad mató al gato. Soy testigo; el Abismo atrae con una fuerza como un remolino, y hay que dejarse llevar. No hay que luchar para nadar a contracorriente. Por eso me he rendido y me he librado a él.
Sé que no sabes de qué estoy hablando. No importa. Lo sabrás, y cuando lo sepas, vendrás a mí. Y si lo sabes, me entiendes y no finjas ser mejor persona que yo. Ninguno de nosotros lo somos, y ninguno merece la salvación.
SSh. Escucha. ¿Oyes ese zumbido? El Abismo se acerca, y está hambriento.

jueves, 10 de abril de 2014

Una historia de fuego

Tengo una historia quemándome en el bolsillo desde hace años.
Cuando hace mucho sol, se apaga un poco a causa de la luz intimidatoria de éste. En esas ocasiones le creo un poco de sombra con mi lápiz, nada demasiado complejo. Cuando hace frío, arde con pasión, derritiendo todos los grados negativos en su atmósfera.
Es una historia sin sentido. Quizás sepáis de qué hablo; una historia sin origen. He creado algo intangible como un trozo de papel doblado dieciséis veces.
A veces me dice qué estrellas son más adecuadas para tomar el té. Yo escucho,  muda; es interesante oír una historia así.
Tengo quemadas que me duelen cuando las toco. Son el esfuerzo que he infringido en mi historia, y vale la pena. Deberíais ver la luz en los ojos de los niños cuando ven el fuego tocando el cielo con sus llamas y chispas. Una niña, una vez, se llevó una chispita minúscula, y tuve que enseñarle cómo cuidar de una historia para que crezca e ilumine todo.
Algunos me dicen que es mejor poner el fuego en papel, para que no se escape; pero yo prefiero las quemaduras y las chispas. Hacen de mi historia una mucho más libre e intrigante.