jueves, 12 de enero de 2017

El vaso está vacío

El Vacío nos envuelve.
Cuando me giro, está allí, en medio de la habitación. Mirándome desde arriba, inexpresivo. Yo siempre lo ignoro. Le doy la espalda. No quiero
saber
nada de él. No. No existe.
Pero siempre sé que está allí. A veces vuelvo a ser una persona normal, por unos minutos, horas, días. A veces, recuerdo lo que es vivir en la ignorancia de que el Vacío nos observa. Pero siempre llega el día en que me giro y me encuentro con ese pedazo de aire que se hace notar más que nada en la habitación.
Me ahoga. Me deja ciega y me hace ignorar los objetos, las personas y todo lo que realmente importa que está a mi alrededor. Sólo existe la Nada, el Vacío.
¿Cómo hay gente que nace, vive y muere sin encontrárselo? Debería envidiarles, pero no queda espacio para nada más en mi simple mente que eso.
La mayoría de personas no se dan cuenta. De alguna forma intuyen que existe, pero no lo integran en su memoria y mente. Siempre hay Vacío en todas partes, rellenando el espacio que no rellenan las cosas que componen el mundo.
Cuando me siento mejor, de alguna manera no me acuerdo cómo era sentir su presencia. Observo el aire, el contorno de los árboles, pero no lo encuentro.
Hasta que me despierto y me encuentro con sus ojos, cara a cara, y mi espíritu vuelve a difuminarse.
Tengo miedo que algún día me despierte y sólo quede él. 

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