lunes, 22 de agosto de 2011

Detrás de un vidrio

Miré al suelo otra, vez, incómoda. Como siempre. Dentro de mí estaba harta de tener que morirme de verguenza cuando cruzaba la mirada con alguien de mi edad. Parecía rídicula. El bus llegó, así que entré y después de pagar me senté en un asiento al lado de la ventana.
Era increíble como unos centímetros de vidrio podía cambiar a una persona.
Ahora podía mirar a la gente, mirar todo lo que podía: el cielo, los árboles, la cara de la gente, pero nunca el suelo gris y sucio.
Podía intercambiar miradas significativas con un chico de más o menos mi edad, que por un instante el mundo se detenía, ese instante en que nuestras miradas se cruzaban, para luego no volverse a ver.
Mi timidez se había esfumado.
Por eso también me gustaba hacer fotos a todo lo que me rodeaba, para luego verlo después con toda tranquilidad.
Aunque debería dejar atrás esa timidez.
El bus paró, y yo me bajé, esa era mi parada.
Volvi a casa con la mirada en alto, para nunca mirar al suelo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

m'agrada moltiiiisiiiiiimmmmmm!!! ;D
supose q saps qui soc jajajja