sábado, 16 de julio de 2011

Un vuelo silencioso

Y entonces la lechuza se elevó de la rama del Roble, en la noche de luna llena, decidida a encontrarlo. Se elevó alta y majestuosamente, desafiando a la luna por su belleza. Planeó, surfeando por encima de la brisa y el viento. Las estrellas contemplaban a ese animal, que en una noche así, con tanto viento, pudiese volar como si nada. Ellas brillaban, cada una por su lado, llenando junto a la luna todo con una suave luz plateada.
Y entonces la lechuza llegó. Llegó donde estaba el sol dormido, esperando para mostrar tímidamente sus rayos dorados por detrás de la colina, llenando el cielo con un tono rosado y anaranjado. Pero eso aún no había pasado.
La lechuza aterrizó sin hacer el menor ruido, al lado del sol dormido. Impaciente, le despertó con una pregunta:
-¿Como puedes ser tan brillante, o sol dorado, y yo tener que aguantarme con este plumaje blanco como la nieve?
El sol se despertó sólo un poco, suficiente para responder:
-Dios te hizo así, para poder camuflarte a la luz de la luna y ser invisible. Yo no necesito ser invisible, porque no cazo ni bebo para vivir. Por eso soy asi. Por eso eres así. Y debes dar gracias a Dios, porque, Él no comete errores. Así que vete, no se te a perdido nada por aquí.
Y con eso la lechuza se fue por donde había venido, con los pensamientos ordenados y dandole la razon al Sol.

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