Una habitación cuadrada y simple. Las ventanas están cerradas; las cortinas ahogan la luz. Mi visión se limita al resquicio de iluminación que aparece de vez en cuando gracias al movimiento ondulatorio de una de las cortinas y una brisa inexistente.
La habitación no tiene muebles. En medio del cubículo, un bol. Me acerco. Desde el techo caen gotas que llenan el bol a un ritmo apagado y lento; debe de haber alguna gotera. Miro mi reflejo difuminado. El instinto me susurra que es mejor no tocar ese líquido intranquilo.
El sonido que hacen las gotas al caer es asfixiante. Mirando su caída, me pregunto cuándo acabará este calvario. Hay algo inquietante allí; es como si no hubiera tiempo.
No hay puertas.
Quizás he estado aquí minutos o toda la eternidad, no lo sé. La pequeña luz parpadeante de detrás de la cortina no cambia. Quizás no sea natural.
Mi cuerpo no me deja apartar esas cortinas pesadas.
Ya no me siento las manos.
Voy a hacerlo. Sí; tocaré el líquido. Quizás algo cambie; quizás pueda marcharme.
Una habitación cuadrada y simple. Las ventanas están cerradas; las cortinas ahogan la luz...
La habitación no tiene muebles. En medio del cubículo, un bol. Me acerco. Desde el techo caen gotas que llenan el bol a un ritmo apagado y lento; debe de haber alguna gotera. Miro mi reflejo difuminado. El instinto me susurra que es mejor no tocar ese líquido intranquilo.
El sonido que hacen las gotas al caer es asfixiante. Mirando su caída, me pregunto cuándo acabará este calvario. Hay algo inquietante allí; es como si no hubiera tiempo.
...
No hay puertas.
Quizás he estado aquí minutos o toda la eternidad, no lo sé. La pequeña luz parpadeante de detrás de la cortina no cambia. Quizás no sea natural.
Mi cuerpo no me deja apartar esas cortinas pesadas.
Ya no me siento las manos.
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Voy a hacerlo. Sí; tocaré el líquido. Quizás algo cambie; quizás pueda marcharme.
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Una habitación cuadrada y simple. Las ventanas están cerradas; las cortinas ahogan la luz...
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