Unas notas de piano rompieron el aire.
Era un salón de baile, con lámparas araña en el techo. Gente dando vueltas en la pista. Sonrisas e ilusiones en cada esquina.
Esa era mi canción favorita.
Suspiré. Nunca me había gustado bailar, pero en ese momento lo deseaba. Me acerqué al pianista.
Sonreía, concentrado. Noté que a él también le gustaba esa canción. Me apoyé en el piano cuidadosamente, para no distraerle de su trabajo.
Acabó la canción con un rápido juego con los dedos sobre las teclas blancas y negras. Suspiró, satisfecho con la calidad de su música. Se dio cuenta de mi prescencia, y me miró con ojos interrogantes.
-¿Cómo es que conoces esta canción?-pregunté.
Sonrió maliciosamente. Tenía ojos color hierba, un color suave como el tacto de la planta entre los dedos.
-La conozco como me conozco a mí mismo.
Y con esas palabras empezó a tocar una canción ligera como el viento, que hacía que la gente girara cada vez más deprisa, y que sus pies volaran veloces.
Acerqué una silla al piano, para poder observar al pianista tocar. A mitad de la canción, se dio cuenta de que yo seguía allí, observándole. Me dedicó una sonrisa fugaz y siguió con su labor.
...
La velada había acabado. Recogí mi abrigo y salí a la calle.
Había sido una fiesta que imitaba los salones de baile de hacía muchos años, con música clásica y todo.
-¿Te molestaría mucho que te acompañara a casa?-preguntó una voz a mis espaldas.
Me giré, y efectivamente, era el pianista de la fiesta. Asentí, agradecida por su propuesta. Ir sola por esas calles en horas tempestivas no era lo más recomendable.
Le indiqué el camino, y caminamos juntos en silencio.
Al cabo de unos minutos, no pude aguantar más la curiosidad.
-¿De qué conoces esa canción?-pregunté.
-¿Todavía sigues con eso? Sí que eres curiosa-bromeó-.Me la enseñaron mis padres cuando era pequeño. No tenía piano, pero mi madre me la tatareaba cada vez que podía. Cuando aprendí a tocar el piano, la aprendí a tocar.
-¿De dónde eres? Hablas bien el idioma, pero tienes un acento...extraño.-inquirí.
Sonrió, sorprendido de mi audacia.
-Mi país natal está muy, muy lejos. Vine aquí hace unos años. ¿Y tú? Tú tampoco eres de por aquí, ¿verdad?
-Yo también soy de un país bastante lejano, pero seguramente no tanto como el tuyo.-respondí.
Frunció el ceño.
-¿De qué estás hablando?-dijo, confuso.
Sonreí, pero no respondí.
Caminamos durante cinco minutos más, en completo silencio. Al fin, llegamos al portal de mi casa.
-Aquí es. Gracias por todo-me despedí.
-De nada. ¿No vas a darme ningún beso de agradecimiento?-dijo con picardía.
Me acerqué a él, y le di un suave beso en la mejilla. En ese momento, cogí mi daga y se la clavé en el corazón.
Sus ojos se agrandaron por la sorpresa. Cayó al suelo de rodillas.
Pero aún no había muerto, aunque le hubiera atravesado su corazón.
Todavía vivía. Ya que no era humano.
Me arrodillé a su lado, arrancando la daga de su pecho y limpiando la sangre negra en mi vestido. La daga iluminaba nuestros rostros, como si tuviera alma.
Acerqué mi cara a la del supuesto pianista.
-Tu error fue tener demasiada hambre y no fijarte en la dulce víctima de la cual ibas a alimentarte esta noche-musité, casi escupiendo las palabras.
Sus ojos perdieron su tono verde, y las pupilas se fueron agrandando hasta que sus ojos fueron completamente negros. Sonrió, dejando ver sus colmillos.
-Lo tomaré en cuenta-dijo, agonizando.
Se desplomó en el suelo, y su cuerpo se convirtió en polvo. Mejor dicho, azufre.
Levanté los ojos hacia la luna redonda y plateada.
-Un demonio menos.
Y me desvanecí en la noche.
-¿Te molestaría mucho que te acompañara a casa?-preguntó una voz a mis espaldas.
Me giré, y efectivamente, era el pianista de la fiesta. Asentí, agradecida por su propuesta. Ir sola por esas calles en horas tempestivas no era lo más recomendable.
Le indiqué el camino, y caminamos juntos en silencio.
Al cabo de unos minutos, no pude aguantar más la curiosidad.
-¿De qué conoces esa canción?-pregunté.
-¿Todavía sigues con eso? Sí que eres curiosa-bromeó-.Me la enseñaron mis padres cuando era pequeño. No tenía piano, pero mi madre me la tatareaba cada vez que podía. Cuando aprendí a tocar el piano, la aprendí a tocar.
-¿De dónde eres? Hablas bien el idioma, pero tienes un acento...extraño.-inquirí.
Sonrió, sorprendido de mi audacia.
-Mi país natal está muy, muy lejos. Vine aquí hace unos años. ¿Y tú? Tú tampoco eres de por aquí, ¿verdad?
-Yo también soy de un país bastante lejano, pero seguramente no tanto como el tuyo.-respondí.
Frunció el ceño.
-¿De qué estás hablando?-dijo, confuso.
Sonreí, pero no respondí.
Caminamos durante cinco minutos más, en completo silencio. Al fin, llegamos al portal de mi casa.
-Aquí es. Gracias por todo-me despedí.
-De nada. ¿No vas a darme ningún beso de agradecimiento?-dijo con picardía.
Me acerqué a él, y le di un suave beso en la mejilla. En ese momento, cogí mi daga y se la clavé en el corazón.
Sus ojos se agrandaron por la sorpresa. Cayó al suelo de rodillas.
Pero aún no había muerto, aunque le hubiera atravesado su corazón.
Todavía vivía. Ya que no era humano.
Me arrodillé a su lado, arrancando la daga de su pecho y limpiando la sangre negra en mi vestido. La daga iluminaba nuestros rostros, como si tuviera alma.
Acerqué mi cara a la del supuesto pianista.
-Tu error fue tener demasiada hambre y no fijarte en la dulce víctima de la cual ibas a alimentarte esta noche-musité, casi escupiendo las palabras.
Sus ojos perdieron su tono verde, y las pupilas se fueron agrandando hasta que sus ojos fueron completamente negros. Sonrió, dejando ver sus colmillos.
-Lo tomaré en cuenta-dijo, agonizando.
Se desplomó en el suelo, y su cuerpo se convirtió en polvo. Mejor dicho, azufre.
Levanté los ojos hacia la luna redonda y plateada.
-Un demonio menos.
Y me desvanecí en la noche.
4 comentarios:
La escritura es perfecta y el final apoteosico, me encanta. ¿Tiene otra nueva parte?
Besos con cianuro.
¡Hola! :)
Como prometí aquí estoy de nuevo. ^^
El principio del relato me enamoró por la música del piano. Siempre ha sido mi debilidad. Pero el final no me lo esperaba para nada, y eso ha sido lo que ha hecho que me encante. El relato me parece perfecto de principio a fin. ¡Sigue así!
Besos,
Pensamientos De Adolescencia
Me alegro que os haya gustad :D A mí también me encanta la música del piano. Como veo que te gusta, te recomiendo un compositor francés que se llama Yann Tiersen. Hace canciones rompedoras.
No, este relato no tiene segunda parte. Mis relatos suelen ser así, con finales bruscos. Lo hago a propósito para que los lectores puedan hacer sus propias conclusiones, y elaborar su imaginación.
¡Gracias por comentar! :D
Wow O.O cómo mola jajaja aaiins, ¡ME ENCANTA! *____* hay una cosa que deberías corregir: en el texto pone "prescencia" y es "presencia" ^^
"Cogí mi daga y se la clavé en el corazón" la frase que más me ha gustado jajajaja XD
Escribes MUY BIEN
Besitos ^^
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