Hacia un destino perdido

Nubes grises cubrían el cielo. Sus lágrimas creaban un manto a mi alrededor. ¿Paraguas? No, gracias. Prefiero sentir el agua empapándome, haciendo que me sienta vivo. Caminaba por la calle. No sé si había gente o estaba completamente solo. Me daba igual. Yo, caminaba. Las casas estaban a lado lado de la calle, imponentes, grises, apagadas, sin vida. Las persianas estaban bajadas, como si sus habitantes se hubieran ido hace tiempo. Me aparté el pelo de los ojos, completamente empapado. Metí mis manos en mi sudadera y seguí caminando. De repente, una sombra pasa a mi lado, haciendo que salga de mis tenebrosos pensamientos. Una chica. Ni alta, ni baja, ni flaca, ni gorda. Va vestida de negro, como yo. ¿Góticos, emos? No. Camuflaje. Su pelo flácido y sin color también estaba mojado. ¿El color de sus ojos? No eran verdes. Ni marrones. Ni azules. Ni grises. Ni negros. Ni siquiera violetas o amarillos. No. Eran de todos los colores.
La reconocí, como ella me reconoció a mí. Sólo personas como nosotros iban por allí. Nos pusimos uno delante del otro, mirándonos a los ojos. Ella puso su dedo índice en mis labios. Yo hice lo mismo.
Al cabo de unos minutos, nos separamos y seguimos cada uno con su camino. Hacia un destino perdido.