Simon paseaba por la orilla del mar, como cada atardecer. Era una tarde tranquila, calmada, y en ese momento sólo se oía las olas del mar y el grito de las gaviotas. En su mente, componía poemas y canciones que tuviesen que ver con ese momento. Nada fuera de lo normal.
De repente, a lo lejos, vió una figura. Qué raro, pensó, a estas horas normalmente no hay nadie. La figura se fue acercando, y vió que era una chica joven. Tenía el pelo liso y largo, de un color casi blanco como la espuma del mar, y unos ojos grandes y azules como las pronfundidades del océano. Llevaba un vestido blanco que le llegaba a las rodillas. Su piel era blanca como la nieve.
Simon no sabía muy bien qué hacer. ¿Acercarse a la muchacha o pasar de largo? Su curiosidad pudo con él.
-Buenas tardes- dijo Simon.
La chica le miró, con sus grandes ojos azules, pero no dijo nada. Simon se extrañó.
-¿Quién es usted? Nunca la he visto en el pueblo, y mira que es pequeño.-dijo Simon.
La chica no dijo nada. Siguió observándole. Simon ya no sabía qué decir ni cómo reaccionar.
La chica, de súbito, se giró dándole la espalda, y caminó hacia el agua.
Simon siguió allí clavado, mudo. La chica avanzó, y siguió avanzando dentro del agua. Poco a poco iba desapareciendo debajo del agua, pero ella seguía caminando.
Con un ¡plouf! desapareció.
Simon, entonces, despertó de su ensoñación y entró al agua a grandes zanacadas, llamando a la chica, buscándola. No la encontró.
Parecía que se hubiera fundido con el mar. Se metió por completo al agua, pero no la encontraba.
A lo lejos, creyó ver una immensa cola de pez, pero pensó que se lo había imaginado.
Al cabo de una hora, Simon se dió por vencido.
Fue del vuelta al pueblo, hablando con todo el mundo, describiendo a la chica por si alguien la conocía. Nadie sabía quién era, y nadie la había visto.
Cuando ya era de noche, Simon, agotado, regresó a su casa, pensando, que seguramente se lo habría imaginado todo.
De repente, a lo lejos, vió una figura. Qué raro, pensó, a estas horas normalmente no hay nadie. La figura se fue acercando, y vió que era una chica joven. Tenía el pelo liso y largo, de un color casi blanco como la espuma del mar, y unos ojos grandes y azules como las pronfundidades del océano. Llevaba un vestido blanco que le llegaba a las rodillas. Su piel era blanca como la nieve.
Simon no sabía muy bien qué hacer. ¿Acercarse a la muchacha o pasar de largo? Su curiosidad pudo con él.
-Buenas tardes- dijo Simon.
La chica le miró, con sus grandes ojos azules, pero no dijo nada. Simon se extrañó.
-¿Quién es usted? Nunca la he visto en el pueblo, y mira que es pequeño.-dijo Simon.
La chica no dijo nada. Siguió observándole. Simon ya no sabía qué decir ni cómo reaccionar.
La chica, de súbito, se giró dándole la espalda, y caminó hacia el agua.
Simon siguió allí clavado, mudo. La chica avanzó, y siguió avanzando dentro del agua. Poco a poco iba desapareciendo debajo del agua, pero ella seguía caminando.
Con un ¡plouf! desapareció.
Simon, entonces, despertó de su ensoñación y entró al agua a grandes zanacadas, llamando a la chica, buscándola. No la encontró.
Parecía que se hubiera fundido con el mar. Se metió por completo al agua, pero no la encontraba.
A lo lejos, creyó ver una immensa cola de pez, pero pensó que se lo había imaginado.
Al cabo de una hora, Simon se dió por vencido.
Fue del vuelta al pueblo, hablando con todo el mundo, describiendo a la chica por si alguien la conocía. Nadie sabía quién era, y nadie la había visto.
Cuando ya era de noche, Simon, agotado, regresó a su casa, pensando, que seguramente se lo habría imaginado todo.
2 comentarios:
q chulaaaa Val!!! :D m encantaaa !
Me encanta*-* Desde pequeñita yo soñaba con ser una sirena xd. Un beso(:
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