<<Pues sí, mira qué bien. ¿Que te gusta llamar la atención? ¿Que camuflas quién eres en realidad, que escondes lo que piensas...? Pues ¿sabes qué te digo?
Por un día, sé quién eres de verdad, aunque los demás, extrañados, se giren para verte pasar. Sonríe aunque quieras llorar, verán que todo te resbala. No esperes que pase la tormenta, sal y baila debajo de la lluvia. Sé única.
Bueno, si piensas que todo eso es estar como una cabra, y hacer que te resfries, FELICIDADES. Sigue escondiéndote, sigue ocultándote debajo de ese caparazón inútil. Sigue siendo igual que los demás.
Algún día tendrás que salir. >>
Sí, este texto, en esa libreta perdida, tenía razón. Debía salir de mi caparazón. Pero no se me ocurría cómo.
Abracé la libreta, pensativa. ¿Cúanto hacía ya que la tenía?
Ah, sí. Aquel día, estaba triste y destrozada. No sabía muy bien por qué, y eso me ponía más triste aún. Iba por la calle, en mis pensamientos, cuando tropecé con algo y caí al suelo. Me levanté como pude, roja de vergüenza, y me giré para ver con qué había tropezado.
Sí, era la libreta.
Tenía la portada rota en las esquinas, y estaba llena de dibujos de estrellas, corazones, y caritas sonriendo. Había tantos dibujos, que no se podía decir de qué color era la portada. Lo recogí del suelo, y lo sacudí un poco para quitarle el sucio del suelo. Miré a mi alrededor, pero no había nadie, así que ojeé la libreta.
Estaba llena de cosas escritas, dibujos y colores, muchas cosas no tenían ningún sentido, y otras me dejaban con la boca abierta. No había ningún nombre que me pudiera dar una pista.
Así que me lo guardé en el bolso y me fui a casa.
De eso hace ya dos meses, y me sé la libreta de memoria. Me muero de ganas de saber quién lo escribió, porque esa persona es un genio. Todo lo que escríbia (y que se entendía) tenía sentido, y además sus textos me ayudaban muchísimo.
Cogí mi bolso y puse la libreta allí dentro (siempre la llevaba conmigo) y salí fuera a pasear. Me encanta pasear con los aurículares del Ipod puestos, y escuchando la música que más me gusta.
Llegué al parque que está al lado de mi casa, y me senté en un banco.
Abrí mi bolso y abrí la libreta y abrirla al azar. Siempre hacía eso, porque a veces lo que ponía en esa página, misteriosamente tenía algo que ver con lo que sucedía a mi alrededor.
Aquí pasa algo, pensé, al ver la página en la que se había abierto.
Estaba toda en blanco, y la de al lado también, pero había una frase escrita: "Siempre mira hacia delante, porque sino tropezarás con el pasado". Automáticamente, alcé la vista de la libreta y miré enfrente de mi.
En el banco de enfrente había un chico sentado. Tenía el pelo negro liso pegado a la frente del sudor, y llevaba puesto un jersey azul oscuro y unos tejanos. No le podía ver los ojos, ya que los tenía cerrados. Entonces me di cuenta de que en las orejas llevaba auriculares, y el cable iba hasta su bolsillo. Así que él también escuchaba música de un Ipod o algún mp3. Me di cuenta de que sus labios murmuraban una canción en silencio.
Es un poco más mayor que yo.
De repente, abre los ojos, y me mira fijamente. Yo me quedñe impresionada. Sus ojos eran color miel, y cuando le tocada el sol, parecían amarillos. Eran increíbles, los más bonitos que había visto nunca.
Él sonríe, algo tímido, entrecerrando sus ojos para que no se vieran. Vi que sacaba unas gafas de sol del bolsillo, se las puso, y se levantó, caminando hacia mí.
Yo paré la música, y me quité los auriculares, y él hizo lo mismo. Se paró delante de mi.
-Hola-dijo, sonriente. Se veía que era tímido, pero valoraba que había tenido el valor de acercarse a mi.
-Hola- respondí con una sonrisa, mientras me levantaba del banco.
-Em... no te levantes, ya me siento yo a tu lado, si no te importa-me dijo.
-Claro que no, siéntate.
-Y...bueno, ¿cómo te llamas?-me dijo con una gran sonrisa.
-Soy Annie.
-¿Annie? Suena francés. Yo soy Paolo.
-En realidad, me llamo Annabelle, pero el mundo entero me llama Annie. Mis padres son franceses, por eso.
-OK, así que te llamaré Annie. Si puedo preguntar, ¿qué leíais?-me dijo, sonriente.
Dudé un segundo en decirle qué era, pero al final cedí. Parecía buen chico.
-Es una libreta que encontré hace un tiempo en el suelo, y que no encuentro su dueño.
-¿Puedo verla?-me dijo, con curiosidad en la voz.
Le tendí la libreta, y él la ojeó, leyendo algunas cosas, interesado, y al cabo de un rato, la cerró y me la devolvió.
Le miré interrogante.
-Creo que sé de quién es, aunque no estoy del todo seguro. Mi hermana pequeña, que tiene doce años, su mejor amiga tiene una libreta, según me dijo mi hermana, donde escribe un montón de cosas, pensamientos... no sé.
-¿Sabes si perdió la libreta?- pregunté yo.
-Ni idea, pero le podría preguntar- dijo Paolo- la puedo llamar por teléfono.
-¿De verdad? ¿No te importa?
-Claro que no -me dijo con una sonrisa.
Sacó su móvil del bolsillo, tecleó un número y llamó.
-¿Hola...? Hola, Marta, soy Paolo. ¿Sabes si tu amiga...Lisa perdió su libreta? Eso, como se llame, pero ¿la perdió o no? Esque aquí hay una chica que podría tener la libreta, por eso pregunto. Vale. De acuerdo. Vale, gracias. Adiós- y colgó.
-Hermanas- dijo Paolo al móvil.
-¿Entonces...?-pregunté.
-Nada, que esta cree que todas las chicas del mundo son mis novias-dijo un poco rojo- pero me ha dicho que hace tiempo que no sabe nada de ella, ya que se fue de viaje, pero le suena que no encontraba su libreta por ningún sitio.
-Gracias, Paolo.
-No hay de qué, mujer.
Algo empezó a vibrar en mi bolsillo, y empezó a sonar la canción de
Love the way you lie de Rihanna.
Contesté, era mi madre.
-¿Annie? ¿Dónde estás? ¡La cena está sobre la mesa! Ven inmediatamente.
-Vale... ahora voy. Hasta ahora.-y colgó.
Miré la hora. ¡Ostras! Se me había pasado el tiempo volando.
-Bueno-dije, levantándome- era mi madre, quiere que me vaya a casa. Me ha encantado conocerte.
-Igualemente-dijo mientras se levantaba a su turno.
-Adiós, Paolo, hasta otra.
-¡Hasta luego, Annie!
Cuando me alejaba, oí que me llamaban.
Me giré, y allí estaba Paolo.
-Ten-me dijo, dándome un papelito.
Lo cogí. En él había una serie de números.
-Es mi número de teléfono, para decirte novedades sobre lo de la libreta... y para ver si quedamos algun día- me dijo, rojo como un tomate.
-Gracias, tienes razón- le sonreí con mi sonrisa más dulce y me fui.
hola!! sí, este relato es bastante largo, me he dado cuenta. Por eso lo he cortado, si no os importa. Otro día lo continuaré escribiendo. ¿Qué opináis?¿Lo sigo escribiendo, o lo dejo así? Comentad!! :P
Bye,
Valery